viernes, 30 de enero de 2009

Una Historia... La historia de Mónica



Mi familia, clase media, más alta que baja, por dinero, que no por cultura ni desde luego, principios. Mi padre empezó a pegarme desde que desarrollé, amparado por un hermano malvado, machista, como él, y una madre castradora, celosa, posesiva. Como iba a un colegio de cierta posición, me daba vergüenza contarlo ( me hubiera matado ). A mi mi padre me pegaba, día dí, día no: patadas, tortazos, cinturón...porque mi madre le volvía loco diciéndole lo que andaría yo haciendo por ahí, cuando salía en el barrio por las tardes. Mi madre, celosísima de la juventud y belleza que ella, quizá, no tuvo...Con un marido al que odiaba, sólo lo pagaron contra mi. Yo, para más inri, era el número uno de mi colegio. Matrícula de honor tras otra, nunca me motivaron, sólo me echaban en cara lo que les costaba tenerme, que yo estudiara, etcétera. De alumna brillante con la ceja partida ( TUVE QUE MENTIR AQUEL DÍA EN COU), pasé a ponerme a trabajar, para tres años más tarde, retomar la Universidad, ya con dinero por el trabajo que tenía. Pero seguían igual. Tenía que tener novio, o me pegabannnn. Siguieron pegándome hasta los 25. A los 26 me casé con quién no debía. Más mala suerte, aún...fue una escapatoria de ese infierno, que NADIE CREERÍA, excepto los vecinos, que bien sabrán lo que hacían conmigo. Todavía hoy, con 36, sé que han destrozado mi vida emocional, mi carrera ( bueno, no me quejo, fui sola y por mis medios a estudiar al extranjero, master, tengo un trabajo digno, por lo mmenos), y es verdad, ellos NUNCA dírían que me han PEGADO, como si, pobre chavala, de una drogadicta se tratara...Qué pena, no os rebeléis, pero tampoco dejéis que os hagan esto. Yo era muy sumisa, y mi madre bastante dominante, perseguidora,... Y ahora qué, nadie se acuerda de eso. Ahora vino el hermano mayor, el que alentaba y disfrutaba, por envidia, cuando me pegaban, por su complejo de inferioridad, y, como no, trató de pegar a mi madre ( es aparejador, no un drogas, pero se comporta como alguno de estos, en enajenación, por su mal carácter...). Ya lo hizo de adolescente. Yo, me volví con ellos una persona muy fría, aunque ellos no lo notan, porque soy tan alegre, y tan cariñosa,que no sé qué creerán. Creerán que lo he olvidado. Probablemente sí, pero nadie va a recomponer el daño que hicieron. Y, son, de cara a la galería, los mejores padres.Os he hecho un breve resumen de una historia de más de diez años de violencia intrafamiliar. Nunca lo he contado a nadie. Excepto mi mejor amiga; excepto los vecinos que escucharon. Aún tengo ganas de ir al colegio y explicarles el por qué de mi comportamiento, a veces, cuando era una estudiante brillante. Ánimo, y encontrad ayuda pero con sentido común, no os apartéis de ser buena gente.

jueves, 29 de enero de 2009

El hombre que le pega a una mujer cree que la pareja es de su propiedad



«Cada vez se ven más actitudes psicópatas en personas jóvenes»


-Se observan víctimas cada vez más jóvenes…

-Desde hace cinco o seis años se viene produciendo un aumento de los casos de chicas menores de 25 años víctimas de malos tratos y una reducción en la edad de éstas. Hablamos de maltrato psicológico y físico, un inicio precoz y una velocidad de deterioro rápida. Hay casos de chicas menores, de 17 años, que a los cinco meses de relación ya han sufrido una fractura de nariz. Sienten obsesión por controlar a sus víctimas, analizan sus mensajes del celular e incluso consiguen su clave del messenger.


- ¿Este fenómeno significa que no se está trabajando de forma adecuada en las campañas de prevención e información?

En muchos casos los padres crían a sus hijos pero no los educan. También se han relajado en la sociedad asuntos como el respeto, las normas, los controles. Por eso existe más violencia entre las parejas, al igual que entre desconocidos, en la calle. Escenas como quemar un vagabundo en un cajero automático o grabaciones en vídeo de agresiones están a la orden del día. Esto se une a que las chicas han avanzado en igualdad y autonomía, pero los chicos no se han adaptado. Se resisten a perder sus privilegios. Siguen pensando que la chica es de su propiedad y no aceptan que ella finalice la relación y menos que quieran iniciar una nueva.


-¿El maltrato afecta a todas las edades y estratos sociales?

-Sí.De todos niveles sociales, culturales y económicos. Afecta a abogadas, psicólogas… no sólo a mujeres de clase baja.


-¿Qué siente esa mujer abogada o empresaria, con una imagen ligada a la independencia y la seguridad?

-Se sorprenden porque pensaban que a ellas no les podía pasar. Les parece una pesadilla. Lo que empieza como una atracción pasa a determinados indicadores que no se interpretan como de control u obsesión, sino como amor. Él está por mí, piensan.


-¿Por qué llega una mujer a soportar esta situación?

-Cada caso es único y dependerá de la circunstancia de la mujer. Por una parte pueden existir motivos de dependencia económica, o, por ejemplo, las inmigrantes; además añaden que no tienen familia o amigos y su pareja es su único vínculo social. Cabe reseñar que en otros países las estructuras patriarcales son más fuertes. A veces existe un miedo terrible a una reacción brutal si los dejan al haber sido amenazadas y, en otras mujeres se da una gran dependencia emocional. Desde luego, los colectivos más vulnerables son los de las mujeres inmigrantes y las chicas muy jóvenes.


-¿Cómo es el maltratador?, ¿existen diversos tipos?

-Hay una gran variedad. Podríamos destacar por una parte el controlador obsesivo. Es inseguro, con una capacidad de tolerancia de la frustración baja y obsesivo. Pueden llegar al descontrol y a la agresividad. Por otra parte, están los fríos y calculadores. La personalidad de éstos es tendente al psicópata. Son los más peligrosos y difíciles.


-¿Por qué son los más peligrosos?

-Lo justifican todo y además de una forma tranquila. No tienen capacidad empática, es decir, no son capaces de ponerse en el lugar de la otra persona. El fin justifica los medios para ellos. Si no le grito ella no me hace caso; si no le pego no hace lo que yo digo. Ése es el ideario de un psicópata. Creen que las personas están para su satisfacción. Cada vez se ven más comportamientos de tipo psicópata en personas más jóvenes. De todas formas, ambos maltratadores pueden llegar a una agresión extrema y a un asesinato.


-¿El maltratador siempre será un maltratador?

-Los que se plantean pedir ayuda psicológica sin que haya una condena son pocos. Ya hay programas que se llevan a cabo, pero es pronto para sacar conclusiones. Desde luego la persona que en su escala de valores la mujer es inferior y su pareja tiene que hacer lo que él diga es bastante difícil que cambien ese comportamiento. Se han educado con esos referentes y los han reproducido. No es imposible, pero sí bastante difícil. Sólo se plantea pedir ayuda cuando lo que hace le trae consecuencias negativas a él.


-¿Qué efectos puede tener el maltrato sobre una mujer?

-Trastornos alimentarios, ansiedad, tristeza, depresión, somatizaciones, sueño irregular y, en algunos casos, puede producir adicciones a psicofármacos, alcohol, para intentar ser menos conscientes. También pueden presentar el síndrome de estar cansada continuamente, irritabilidad grande, pérdida de capacidad de atención y sensación de fracaso vital. Sensación de ser inútil. El maltratador tiende a aislar a la víctima, que empieza a creer el mensaje que éste le traslada de que no sirve para nada. Al final consigue que ella comience incluso a autoculparse.


-¿Cuáles son los indicadores de ese comienzo del maltrato que una mujer debe detectar?

-Es importante conocer esas primeras señales. Comienza a decirle que no hace falta que quede tanto con tus amistades porque con él lo tiene todo. Empieza a querer saberlo todo. Lo que hace esa persona, qué hablo con tal amiga. Luego le dice que no le gusta tal amiga o tal familiar. También se da un excesivo servilismo, como llevar a su pareja y recogerla del trabajo o del instituto. Se enoja enseguida, se irrita y se dispara. Empieza a minusvalorarla o despreciarla. A principio lo hace de una forma sutil, disfrazada de amor, pero son señales de control y obsesión. Creen que la pareja es de su propiedad.


-¿Por qué los maltratadores tras matar a su pareja reaccionan con el suicido?

-No resuelven los conflictos de forma adecuada. No negocian sino que usan una forma agresiva y violenta, pero realmente son muy dependientes emocionalmente. Tras matarla al poco tiempo se dan cuenta de que se han quedado solos, que esa persona que sólo podía ser para ellos ya no está. Se encuentran sin razón de vivir. De todas formas hay que distinguir a este tipo del falso suicida que es capaz de lesionarse, pero nunca lo hace en zonas vitales.


- A aquella mujer que está siendo víctima de maltrato que aunque no se atreva denunciar acuda al Juzgado de Paz, o a algun organismo de igualdad donde encontrara apoyo social, psicologico, y y juridico

miércoles, 28 de enero de 2009

La violencia familiar es delito, no enfermedad



Existe una creencia errada, aún en buena parte de los profesionales, que tiende a quitar responsabilidad al golpeador por considerarlo víctima de ciertas patologías.
Por: Eva Giberti
Fuente: PSICOANALISTA, DIRECTORA PROGRAMA "LAS VICTIMAS CONTRA LAS VIOLENCIAS"

Pocas semanas atrás, una conductora me entrevistaba en un programa de un canal de cable sobre las diversas formas de la violencia familiar. En esa oportunidad surgió un enfoque distinto que provino de un televidente. Describía yo las características habituales de los hombres violentos y explicaba que quien golpea construye placer mediante esa práctica.

Pegar "porque se pone nervioso" es una manera de encubrir que golpea porque ese procedimiento expande su Yo: el sujeto se agranda ante sí mismo, se siente poderoso al encontrarse con alguien que no puede devolver el trompazo y que gime pidiéndole "basta, por favor".

La satisfacción que genera ejercer el poder contra alguien cuya vulnerabilidad le impide defenderse forma parte de las estrategias del golpeador inspiradas en los procedimientos clásicos de las torturas.

En lugar de estar atada a un banco mientras se le aplica picana eléctrica, la mujer golpeada queda sujeta por el terror que le impone la convivencia con ese hombre del cual no puede separarse; las ataduras suelen ser los hijos que engendró con ese varón. La mujer carece de recursos para independizarse de él. No necesariamente se trata de recursos económicos; aun en condiciones de bienestar no cuenta con otra índole de recursos emocionales y mentales para denunciar la violencia y perder o alterar el estatus de esposa y madre.

El entrenamiento en el abuso de poder, históricamente y estadísticamente masculino, recrea una zona de placer que incrementa la sensación de "ser alguien"; de allí la necesidad de contar con una víctima permanente.

"Bueno, pero se trata de enfermos..." es un comentario que aún brota de la boca de colegas y de otros profesionales. De la profundidad oscura que socialmente habitan el patriarcado y el machismo proviene la creencia que adjudica patología al golpeador para aliviarlo de responsabilidad.

Así se ha generado la tendencia de pensar en enfermedad cuando estamos ante otra índole de fenómeno. El punto de inflexión se torna incandescente cuando es necesario reconocer y tratar a las víctimas de las denominadas "patologías" y a rescatarlas del masoquismo que se les adjudica.

"¡Pero, Eva!", suelen decirme. "Hay casos en los que la mujer es masoquista y busca que la golpeen y después se queja". Se comprenderá que cuando estas palabras brotan de quien puede estar atendiendo a víctimas de violencia familiar, sin advertir -más allá de la simplificación diagnóstica que la afirmación implica- que está promoviendo "el derecho de los golpeadores", se reconoce la zona tenebrosa del machismo y del patriarcado como generadores de las palabras que se dicen con pretensión profesional.

Es indudable que entre los golpeadores pueden encontrarse personas con diversas patologías, pero no corresponde utilizarse dicha excepcionalidad para generalizar las actividades violentas de los golpeadores

Que el masoquismo pueda inspirar a alguna mujer para permanecer al lado del golpeador también es posible. Pero carece de seriedad afirmar que el masoquismo de alguna mujer explica la persistencia en las prácticas violentas en general.

La pretensión de ecuanimidad que intenta sostener ambas afirmaciones, tanto acerca de las psicopatologías del golpeador cuanto del masoquismo de la víctima(salvadas sean las mínimas excepciones posibles) constituyen una deformación de las teorías psicológicas que se aplican ante un problema internacionalmente grave.

Si hay algo que enardece a estos sujetos es su propia convicción de que la víctima puede resistir la golpiza y que podrá obtener de ella algo que no sabe exactamente qué es, pero "algo" que es de ella y de lo cual él no dispone. Sensación acertada: la víctima dispone de su vida, de la cual el golpeador pretende saberse dueño.

Esta es una de las dimensiones del abuso de poder en cualquiera de susformas. Quienes militan en el ejercicio de tales abusos siempre precisan algomás, "algo" que no logran arrancar de la víctima, y no toleran asumir el vacío que esa imposibilidad les suscita.

Estoy cerrando el circuito: si bien los golpeadores expanden su Yo, se sienten agrandados y encuentran satisfacción en ello, tal cosa no les alcanza, no se sacian y tienen que repetir el procedimiento.

Esta afirmación arriesga aquello que arriesga toda generalización: no puede considerarse estrictamente certera, pero el diálogo con estos sujetos permite suponerle cierta validez.

Por fin, ¿qué dijo el televidente que llamó al programa? "Yo soy un ex golpeador y considero correcto el concepto de la doctora Giberti. Yo nunca estuve enfermo. Le pegaba a mi esposa por abuso de poder. Gracias a Dios es una página pasada y negra de mi vida".

El testimonio es inesperado y, desgraciadamente, infrecuente. La experiencia enseña que existe una significativa dificultad para revertir la violencia del golpeador y para transformar su búsqueda de satisfacción en la conciencia del delito que protagoniza. Porque suelen estar convencidos de que les asiste el derecho de golpear.

En esta oportunidad, el televidente advirtió que nunca estuvo enfermo, al mismo tiempo que expresó su necesidad de "confesarse" públicamente en un mea culpa esperanzador.

Los equipos que asisten a las víctimas de violencia familiar -por llamados telefónicos de los vecinos- en el momento mismo en el cual las mujeres están siendo golpeadas ingresan en los domicilios o acompañan a las que escapan de la violencia con sus hijos en brazos.

Esos equipos saben que el golpeador sólo se atemoriza ante la denuncia yante una mujer que aprendió a solicitar ayuda y a exigírsela al Estado como derecho de su ciudadanía. Pero a veces no retroceden y la estadística suma una muerte más

lunes, 26 de enero de 2009

PARA LOS QUE QUIERAN COMUNICARSE CON NOSOTROS NUESTRO MAIL ES: proyecto5minutos@gmail.com

martes, 13 de enero de 2009


El círculo del miedo

Por Pablo Ordaz

Los hijos de las últimas mujeres muertas tras años de malos tratos cuentan por qué ellos no pudieron ayudar a sus madres
Carmen Cerrato llevaba 30 años sin visitar a su madre simplemente porque a su marido no le gustaba. Madre e hija vivían en el mismo pueblo, a 200 metros mal contados, pero Francisco Lucena, su marido, un albañil de 58 años y dos escopetas en el armario, había conseguido a fuerza de palos y amenazas que Carmen, cuatro años menor que él, se fuera apartando de su familia. Hace 10 días, sin embargo, la mujer rompió la prohibición. Fue a casa de su madre y después le hizo una visita a su hermana Rosario. "Yo creo", dice ahora Francisco, el mayor de los seis hijos del matrimonio, "que mi madre fue a despedirse. Por fin había decidido separarse de mi padre y de alguna manera sabía lo que estaba a punto de pasar".
Dos días después de aquellas visitas, el sábado 26 de agosto, Francisco Lucena agarró una escopeta con los cañones recortados -adquirida muy poco antes en el mercado negro- y mató en Osuna (Sevilla) a su esposa y a su hija Carmen, de 34 años, embarazada de tres meses. Luego llamó por teléfono a sus hijos, los insultó y les dijo que ahí tenían su "herencia", se pertrechó en su casa y finalmente se administró un disparó que lo ha dejado tuerto pero con vida.
Sólo unas horas después del crimen, algunos de los hijos de la pareja -de edades comprendidas entre los 38 y los 20 años- fueron relatando los detalles del horror que había vivido su madre desde que, todavía siendo niña, conoció al que sería su ruina. "Yo tenía seis o siete años", recuerda Francisco, de 38 años, "y ya veía las palizas que ese hombre -nunca utiliza la palabra padre- le daba a mi madre. Yo me intentaba meter por enmedio y entonces me pegaba a mí. Le perdí el respeto enseguida, pero como no podía con él, a los 17 años me fui de casa. Ya tenía el campo libre, porque los demás no le plantaron tanta cara. El mayor porque es un pedazo de pan, las niñas porque son niñas y los pequeños porque son pequeños. Y, a pesar de eso, cuando se enfadaba con ellos, casi siempre por defender a mi madre, les tiraba la ropa por la ventana o les daba una paliza. Lo mejor para todos era quedarse callados y no provocar a la bestia".
Tal relato -salpicado de detalles de una crueldad infinita, violaciones del padre a la madre, colillas apagadas en los pechos, humillaciones públicas- suscita una pregunta inevitable: ¿cómo entre los seis hermanos -todos mayores de edad- no pudieron sacar a su madre de ese infierno cotidiano? José Ignacio Paz Ruiz es psicólogo del Instituto Andaluz de la Mujer. Ha atendido a decenas de mujeres maltratadas por sus maridos. Y asegura sin temor a equivocarse que "los hijos también son víctimas". Lo que sucede, añade, es que el maltrato sigue siendo -pese a la multitud de mujeres que mueren cada año- un gran desconocido. "La gente", dice Paz Ruiz, "sólo ve la agresión, la violencia. Y dice la típica frase ’yo no aguantaba’ o ’a mí no me podría pasar eso...’ Lo que la mayoría no sabe -o no quiere saber- es que no suele haber violencia física si antes no la ha habido psíquica. Hay un recorrido previo de daño, de humillación, de un destrozo psicológico brutal. Por eso", añade, "no se puede hablar de una víctima y de unos compañeros de viaje. Los hijos participan sin lugar a dudas de los daños psicológicos que provoca un dominador de este calibre. Ellos, que están en el círculo más cercano, viven el miedo y sobre todo viven el daño. Un daño psicológico tan profundo que les impide actuar o que incluso los lleva a justificar al padre culpabilizando a la madre. Y, por si fuera poco, entre la gente que está a su alrededor -los familiares, los vecinos- se levanta un muro de silencio. Se piensa, o se quiere pensar, que no es tan grave, que no va a ir a más, que en los asuntos de pareja no debemos meternos. Cualquiera llama a la policía si el vecino hace una fiesta en su casa, pero no se le ocurre si escucha una bronca. Hay que tener en cuenta además que un 94% de los maltratadores no son violentos en sus relaciones cotidianas y por tanto tienen buena imagen en su entorno. Y que, por contra, la víctima, destrozada psicológicamente, va perdiendo credibilidad: va a presentar una denuncia y luego la quita, dice que no lo aguanta más pero vuelve...".


Mujeres en red. http://www.mujeresenred.net/spip.php?article710

lunes, 12 de enero de 2009



Factor de riesgo para la violencia familiar y la salud

El vínculo está fundamentalmente relacionado con el consumo episódico de grandes cantidades de alcohol, ya que no existe un patrón consistente que ligue la violencia.
A Marcos todavía le cuesta entender lo que le tocó vivir. La violencia física y psicológica que ejercía su abuela sobre él, la indiferencia de su madre, la inexistencia de un padre, generaron una falta de contención que lo empujó a la calle. "Ahí, la cosa cambia de color y tenés que elegir, pero con 10 años y sin alguien que te guíe bien elegís lo peor", cuenta Marcos. Hoy es un joven de 22 años, que gracias a un programa de contención y a su propio esfuerzo trabaja, vive solo y sigue tratando de mejorar su vida. Pero Marcos no es un caso excepcional, sino uno más de los miles de niños que a diario son maltratados por alguien de la familia. En lo que va del año, el programa Las Víctimas contra las Violencias, que depende del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, a cargo de Eva Giberti, ya ha detectado al menos 270 casos de violencia contra chicos. En la Capital, de las casi 4500 llamadas que recibió en 2007 la Línea de Asistencia a la Infancia y la Adolescencia (102), el 79 por ciento fue por denuncias sobre negligencia y maltrato. Las cifras reales son mucho mayores, si se tiene en cuenta que sólo se denuncian dos de cada diez casos. En la provincia de Buenos Aires, las denuncias recibidas en las comisarías de la mujer y la familia sobre maltrato a menores de 21 años aumentaron un 56 por ciento el año pasado, respecto de 2006. A través de las defensorías zonales de la provincia, se tomaron al menos 1000 medidas de protección de derechos de víctimas de violencia familiar en 2007. Aunque no hay estadísticas oficiales en cuanto al maltrato infantil en el nivel nacional, según los datos de la Subsecretaría de Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia, en 2007 se recibieron casi 3300 denuncias de violencia familiar, que involucra la agresión física y psicológica de menores. En el nivel mundial, las cifras son todavía más alarmantes: según Unicef, 275 millones de niños al año sufren distintos tipos de violencia. "Si bien los números son terribles, hay que pensar más en la realidad: estamos hablando de criaturas indefensas que viven una constante situación de violencia", dice Karina Pincever, directora del Programa Ieladeinu, que trabaja con niños víctimas de violencia. A ese programa llegó Marcos a los 13 años. "Al principio no entendía qué hacía ahí, pero prefería estar en el hogar a pasar los días en la calle con malas juntas , robando o buscando droga", cuenta Marcos. El joven tiene recuerdos de su infancia como una época en la que regía el "todo vale". Salía con un grupo de compañeros del colegio a hacer maldades. "Era nuestro juego -dice Marcos-. Otros niños hacen deportes o miran la tele, nosotros robábamos, sin entender las consecuencias."
¿Qué es el maltrato infantil?
Para muchos, el maltrato es la acción de golpear al menor. Sin embargo, este flagelo abarca mucho más. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el maltrato infantil es "cualquier acción u omisión de acción que viole los derechos de los niños y adolescentes". Es decir, hacer y no hacer respecto del cuidado del niño, puede convertirse en una forma de maltrato. El abandono o negligencia, y el maltrato emocional también son formas de violencia, según sostienen los especialistas. "El maltrato psicológico y el trato humillante son la primera manifestación de la violencia hacia el menor", dice el presidente del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Sergio Sanmartino. "Primero es la violencia verbal, después viene el maltrato físico", aclara Sanmartino. Así lo cuenta Sofía, una joven de 17 años que fue derivada por el juzgado a uno de los hogares de la Fundación Juanito, que también trabaja con niños maltratados. "Yo no entendía qué le pasaba a mi mamá, me daban miedo sus gritos -recuerda Sofía-. Ahora sé que era el alcohol lo que la alteraba. Después de los gritos empezaron a venir los golpes", dice la joven. Muchos de los menores que llegan a estos hogares tienen grandes signos de abandono físico, sin que necesariamente se haya llegado al golpe. "Algunos de los niños son traídos al programa con un peso muy por debajo de lo normal, sucios y con una notoria carencia de afecto", señala Pincever. Una tercera etapa, y con consecuencias físicas y psicológicas aún más graves, es el abuso sexual. "Si hubiera cifras que reflejaran la realidad en este aspecto, serían terriblemente altas", dice la directora del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, Nora Shulman. Un estudio realizado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina, junto con la Fundación Arcor en 2007, investigó los distintos tipos de castigo físico y humillante que más ocurran en la Argentina. Los resultados sostienen que en los hogares con niños de entre 0 y 5 años, los castigos más utilizados son principalmente las penitencias (65,1%), los retos en voz alta (65%), los golpes, cachetazos y chirlos (31,8%) y en menor medida las agresiones verbales (9,1%). El maltrato se manifiesta de muchas maneras y todas ellas vulneran los derechos del menor protegidos por la Convención Internacional de los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1989, e incorporada a la Constitución Argentina. La mayoría de los casos sólo salen a la luz cuando alguien detecta las evidencias físicas del maltrato en el menor. "Por lo general son los maestros quienes se dan cuenta de la situación, cuando el niño empieza a faltar sin excusas válidas, y aparece con golpes en distintas partes del cuerpo", indica Sanmartino.
Cadena de violencia
¿Qué es lo que lleva al adulto a descargar su violencia sobre un niño indefenso? Las explicaciones son muchas y Sin embargo, puede señalarse un aspecto básico: los adultos violentos han sufrido violencia en su pasado. Según una investigación realizada por el Programa Ielaidenú con niños maltratados y sus familias, en el 90 por ciento de los casos los padres fueron a su vez maltratados durante su infancia. Por eso los especialistas recomiendan trabajar en conjunto con la familia. ?Hay que pensar que los padres también fueron víctimas?, dice Mónica Basualdo, una de las responsables del Hogar Juanito. Basualdo sostiene que no se puede negar el pasado del niño, sino que hay que trabajar para evitar que esa violencia se repita y, en lo posible, que los padres también se recuperen. ?La historia de la propia infancia se considera uno de los factores de más alto riesgo en las posibilidades de llevar adelante adecuadamente la educación y la crianza de los hijos?, sostiene María Inés Bringiotti, de la Asociación Argentina de Prevención del Maltrato Infanto-juvenil (Asapmi). Marcos aún hoy, después de pasar diez años en un hogar, conseguir trabajo, independizarse, y lograr algunas de sus metas, sigue preocupado por la posibilidad de repetir su pasado violento. ?Intento evitarlo, pero es algo que uno se trae del pasado y siempre tengo miedo de no poder controlarlo?, se lamenta Marcos. Perdió a su pareja porque se asustaba de sus salidas violentas como, por ejemplo, romper algún objeto o gritar para descargarse. A pesar de todo está convencido de que no va a repetir lo que le hicieron a él. ?Todo lo que hago tiene como objetivo estar lo suficientemente seguro como para criar una familia con mucho afecto y sin violencia?, dice el joven.
Una tarea de todos
La sociedad civil, la escuela y los medios de comunicación son tres actores fundamentales para actuar en contra de la violencia hacia los niños. ?La falta de valores que experimentamos hoy es una de las grandes causas del maltrato hacia los niños?, opina Marta Dávila, de la Asociación Psicoanalítica Argentina. En eso coincide también la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). ?Es frecuente que los niños maltratados incorporen modelos violentos?, dice Paola Vessvessian, de la Senaf. ?Si además se identifican con el agresor, es posible que ejerzan violencia sobre otros, cuando no la vivencian en su cotidianidad sobre sí mismos?, aclara. La violencia en la televisión, la indiferencia ante las evidencias cada vez más alarmantes, la negación social de este flagelo que afecta a los niños es lo que los especialistas sostienen que hay que erradicar. Según los representantes de Periodismo Social, los medios ?tienen un potencial comprobado en la promoción de derechos de niños y niñas? y pueden contribuir para hacer visible el problema del maltrato infantil, ?desnaturalizando estos hechos y mostrándolos como un fenómeno psicológico y social complejo, antes que como un flagelo inevitable?. Pero el trato mediático de estos temas también puede generar el efecto contrario. Gisela Grunin, de Periodismo Social, sostiene que esto sucede cuando los medios ?ponderan el aspecto más morboso de los hechos, y cuando revelan datos o muestran imágenes que identifican a las víctimas?. Las víctimas del maltrato también identifican la ?mala prensa?. Matías, un joven que vivió el maltrato en su familia y que hoy es parte del Hogar Juanito, no está de acuerdo con la manera en que se cubren los hechos de violencia hacia los menores. ?Para los periodistas es algo que pasa lejos, que sólo se publica cuando es un caso extremo, y que pierde importancia a los pocos días ?dice el joven, de 17 años?. Pero para nosotros es algo muy real, que vivimos todos los días.? Si bien hay muchos casos en los que los niños son los protagonistas de la violencia hacia otros, incluso en ese punto, sostienen los especialistas, hay que considerar a los pequeños agresores como víctimas. Además, la violencia ejercida sobre los menores es mayor que la ejercida por parte de ellos. Según el monitoreo de noticias sobre infancia y juventud que realiza, desde 2004, el Capítulo Infancia de Periodismo Social en los principales diarios del país, las notas en las que se relatan hechos sobre niños o niñas víctimas de diferentes tipos de violencia quintuplican las notas en las que aparecen como agresores. También la escuela debe responsabilizarse por la violencia hacia los niños, y actuar para evitar que se difunda. ?A veces, las instituciones están desbordadas, y cuando un nene se porta agresivamente deciden echarlo del colegio ?dice Pincever?. Pero cuando los chicos son violentos, hay que pensar que eso es el signo de que algo les está pasando a ellos?, agrega la especialista.
Sociedad civil La presidenta de la Fundación Nuestras Manos, María Lourdes Molina, también sostiene que es la sociedad civil organizada la que debe actuar para evitar la violencia hacia los niños. ?Debe convocarse a profesionales de las distintas disciplinas e ir preparando a los estudiantes de los últimos años de las carreras de Trabajo Social, Psicología, Psicopedagogía, Medicina, Psicología Social, entre otras?, dice Molina. Sofía, Matías y Marcos se muestran dispuestos a no repetir lo que ellos vivieron. Los tres pelean por su futuro y sueñan con una familia, con hijos a los que puedan brindarles el afecto que ellos no recibieron de sus padres.



Por Sol Amaya De la Redacción de LA NACION