¿Por qué nos matan? Nos matan por ser mujeres.
Nos matan desde los inicios de la sociedad humana, desde que quisimos construir un mundo sin jerarquías, sin la supremacía de las guerras -génesis contra natura de los pactos de convivencia pacífica-.
Nos matan desde que nos pusimos de pie e intentamos proclamar una igualdad que nunca hemos alcanzado hasta ahora.
Nos matan en un presente perpetuo por la fuerza bruta cuando, aún defendiéndonos en ese acto final, no podemos evitar que nos arrojen por una ventana, nos estrangulen, nos atropellen por la calle, nos den una cuchillada, un balazo o un golpe preciso.
Nos matan simbólicamente millones de veces en una vida cuando violan y vejan nuestro cuerpo o nos maltratan física y psicológicamente.
Cuando abusan sexualmente padres o extraños siendo niñas.
Nos matan cuando nos venden como esclavas sexuales, nos obligan a ejercer la prostitución o a ser objeto de la pornografía.
Nos matan cuando nos desplazan en las guerras, nos secuestran para enrolarnos en los ejércitos o nos violan sistemáticamente los distintos bandos que participan en conflictos armados.
Nos matan cuando mutilan nuestros clítoris, nos obligan a engendrar hijos o a parirlos o nos someten a una heterosexualidad forzada.
Nos matan cuando nos acosan sexualmente en el trabajo, nos pagan menos que a los hombres por igual desempeño o no reconocen nuestras tareas de amas de casa como una labor remunerada.
Nos matan cuando a las campesinas nos prohíben ejercer nuestro derecho a poseer la tierra o no nos dejan heredarla.
Nos matan cuando no nos permiten ir a la escuela o a la universidad. O nos suprimen sutilmente la posibilidad de estudiar cierto tipo de carreras.
Nos matan cuando no nos dejan acceder a puestos de poder en la política, las fabricas, las empresas, los medios de comunicación...
Nos matan desde el Estado cuando minimizan estas y otras tantas prácticas femicidas.
Nos matan desde la tiranía del lenguaje, que, en su genérico, nos subsume al masculino y así, hombres y mujeres son hombres, a fin de cuentas las mujeres empezamos a ser invisibles en el lenguaje.
Nos matan cuando colonizan nuestros cuerpos con finitos y fracasados discursos del poder o con la hegemonía androcéntrica de las ideologías.
Nos matan desde los inicios de la sociedad humana, desde que quisimos construir un mundo sin jerarquías, sin la supremacía de las guerras -génesis contra natura de los pactos de convivencia pacífica-.
Nos matan desde que nos pusimos de pie e intentamos proclamar una igualdad que nunca hemos alcanzado hasta ahora.
Nos matan en un presente perpetuo por la fuerza bruta cuando, aún defendiéndonos en ese acto final, no podemos evitar que nos arrojen por una ventana, nos estrangulen, nos atropellen por la calle, nos den una cuchillada, un balazo o un golpe preciso.
Nos matan simbólicamente millones de veces en una vida cuando violan y vejan nuestro cuerpo o nos maltratan física y psicológicamente.
Cuando abusan sexualmente padres o extraños siendo niñas.
Nos matan cuando nos venden como esclavas sexuales, nos obligan a ejercer la prostitución o a ser objeto de la pornografía.
Nos matan cuando nos desplazan en las guerras, nos secuestran para enrolarnos en los ejércitos o nos violan sistemáticamente los distintos bandos que participan en conflictos armados.
Nos matan cuando mutilan nuestros clítoris, nos obligan a engendrar hijos o a parirlos o nos someten a una heterosexualidad forzada.
Nos matan cuando nos acosan sexualmente en el trabajo, nos pagan menos que a los hombres por igual desempeño o no reconocen nuestras tareas de amas de casa como una labor remunerada.
Nos matan cuando a las campesinas nos prohíben ejercer nuestro derecho a poseer la tierra o no nos dejan heredarla.
Nos matan cuando no nos permiten ir a la escuela o a la universidad. O nos suprimen sutilmente la posibilidad de estudiar cierto tipo de carreras.
Nos matan cuando no nos dejan acceder a puestos de poder en la política, las fabricas, las empresas, los medios de comunicación...
Nos matan desde el Estado cuando minimizan estas y otras tantas prácticas femicidas.
Nos matan desde la tiranía del lenguaje, que, en su genérico, nos subsume al masculino y así, hombres y mujeres son hombres, a fin de cuentas las mujeres empezamos a ser invisibles en el lenguaje.
Nos matan cuando colonizan nuestros cuerpos con finitos y fracasados discursos del poder o con la hegemonía androcéntrica de las ideologías.
Graciela Atencio. Fuente: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article8
No hay comentarios:
Publicar un comentario